Hay momentos para no escribir, momentos de escuchar para que los signos tomen voz y se haga comprensible el mensaje. Luego, como deterioro, la escritura reivindicará un orden nunca del todo bien sujetado.
El valor ético del texto depende entonces, ahora luego, del lugar de la invención permitido entre letras, equívoco del buen sentido, más bien responsabilidad abreviada entre mentiras. Demos importancia al êntre, pues serán todas mentiras y no habrá mensaje. Uno espectante de lo otro solo encuentra y escribe su espera ansiosa y espesa, mas nunca sobre la llegada del otro. Es así, lo otro es el otro y nunca llega mas que lo que no se adapta al ideal.
Al Final la mentira y la metáfora son lo mismo, el punto de quiebre se ejecuta cuando de a breves sujeciones se logra frenar la metonimia y darle otro uso a la palabra.
El demonio de la cerveza roja y ahora si la incomodidad, claro, hecerme ver, solo eso ¿por qué entonces la mirada fija en la letra, en el músculo, en la sombra, en la escucha, en la fantasía y en escribirlo todo bien? Luego, escribir bien y ser mirado, solo hacerse mirar. Que idiotez.