miércoles, 23 de junio de 2010

Anudado

    Hay momentos para no escribir, momentos de escuchar para que los signos tomen voz y se haga comprensible el mensaje. Luego, como deterioro, la escritura reivindicará un orden nunca del todo bien sujetado.
    El valor ético del texto depende entonces, ahora luego, del lugar de la invención permitido entre letras, equívoco del buen sentido, más bien responsabilidad abreviada entre mentiras. Demos importancia al êntre, pues serán todas mentiras y no habrá mensaje. Uno espectante de lo otro solo encuentra y escribe su espera ansiosa y espesa, mas nunca sobre la llegada del otro. Es así, lo otro es el otro y nunca llega mas que lo que no se adapta al ideal.
    Al Final la mentira y la metáfora son lo mismo, el punto de quiebre se ejecuta cuando de a breves sujeciones se logra frenar la metonimia y darle otro uso a la palabra.

    El demonio de la cerveza roja y ahora si la incomodidad, claro, hecerme ver, solo eso ¿por qué entonces la mirada fija en la letra, en el músculo, en la sombra, en la escucha, en la fantasía y en escribirlo todo bien? Luego, escribir bien y ser mirado, solo hacerse mirar. Que idiotez. 

viernes, 11 de junio de 2010

La frase mal puntuada del hombre que vive

Un cuarto de hora para la vida,
tres pedacitos de pan que parten en vuelo,
nueve lunas para cantarle al sol,
doce estrofas que hablan en silencio.

Y cada vez que miro al cielo,
o si alguna vez empiezo un texto,
una es la forma de espantarme
y quedarme a decir la verdad el alivio.

Escuchar dos veces mi nombre,
hasta sentir por fin que me llaman
y responder sin las luces de otros siglos
sino con el sello ausente que me marca.

Hasta que se acaban los tiempos,
hasta que lo escrito se hace mío,
un pedacito de sol que parte en vuelo,
un animarme a sentir que no soy y que sin embargo vivo.

miércoles, 2 de junio de 2010

Lo imposible solo cuesta un poco más

En la entrevista frente a periodistas de Uruguay y Argentina, por lo menos desde el momento en que sintonizo a la misma, una tras otras las respuestas surgen de nuestra Señora Presidenta. Escucho palabras y luego frases, el tono de la voz, el estilo de sus pausas. Escucho también el contenido de lo que dice, las formulaciones inteligentes con las que responde, o mas bien la retórica brillante que utiliza para contestar cada vez de forma prolongada con ejemplos históricos, cifras económicas favorable, algunos chistes amenos (no sin los resguardos de su imagen pública), la opinión personal de esta mujer ante ciertas cuestiones como el corte de Gualeguaychú, etc. La veo sonreir al terminar una respuesta, tocarse el cabello mientras habla, servirse agua y dar órdenes tanto a sus ministros como a los técnicos en sonido y encargados de la organización respecto al manejo de los micrófonos en la sala.

A su izquierda se encuentra el Señor Presidente de Uruguay, Pepe Mujica, recientemente electo, quien en silencio parece mirar hacia el fondo de la sala, algún horizonte secreto, sin emitir palabra o gesto, ni siquiera ante algunos chistes de CFK que buscan su complicidad. Es un enigma, me pregunto si estará escuchando.

Pasan casi treinta minutos y la única que ha hecho utilidad de los micrófonos es la Señora Presidenta de Argentina, hasta que Mujica, con su estilo de hombre de las pampas decide hablar, casi interrumpiendo, y es como un cachetazo en la mejilla, como quien te grita "despertate idiota! te está por pisar el colectivo!". Es esta la sensación que probocan en mi las palabras de este hombre -hoy por hoy algo idealizado-, aunque primero sea con el sonido de su voz, o quizas con el silencio hasta entonces demostrado.

Termina su breve exposición (con la que tambien termina la rueda de prensa) con la frase que es el título de este tambien breve artículo. Habrá que decidir hasta que punto coincide uno con esta sentencia, pero al margen de ello confieso que por dentro he pensado -no sin cierta nostalgia por mi propio país- que este debe ser un momento muy interesante para vivir en Uruguay.

Saludos

Un breve texto

Creé este espacio por razones banales y egoístas, privadas en tanto desconocidas y también ocultas.

Iré publicando en La Letra e Interminables lo que en palabras salga de mis entrañas, también algunos textos viejos y en definitiva lo que me plazca, dejando en el lector la responsabilidad -si la acepta- de tomar o no cada texto para defenestrarlo, hacerlo memorable o simplemente omitirlo.

La banalidad de la publicación espero no me haga lidiar con el reconocimiento, más bien busca la redención en una ética del comentario que posibilite luego -o ya desde antes- un encuentro de dos, que sin mostrarse ningún respeto pueden lanzarse palabras sin el menor miedo a herirse el rostro, el propio por supuesto.

Se trata en definitiva de hacer -y deshacer- con lo poco que tengo al alcance de mi mano.

Salud

Carlos G. Picco