miércoles, 3 de febrero de 2010

La Buena Conducta

¿Cuál es la función de un psicólogo dentro de una sociedad?

Hoy me tocó pedir en la Central de Policía de Córdoba un Certificado de Antecedentes, también llamado Certificado de Buena Conducta, pues es uno de los requisitos del Colegio de Psicólogos antes de entregar la matrícula profesional.
Me preguntaba mientras hacia esa interminable fila y conversaba con mi fantástica compañía de que se trataba esta buena conducta que se le exigía al psicólogo. Sin saber como la charla retomo algunos temas frecuentes: lo difícil que es comenzar a ejercer, los gastos y trámites interminables que implica, la realidad para nada infrecuente de trabajar “sin todos los papeles”, las dudas y los miedos que esto despierta y por sobre todo la muy improbable posibilidad de solventarse a partir de la profesión en los primeros años.

El sistema se supone creado con el fin de proteger a los ciudadanos, exigiendo sus derechos y obligaciones. Es así por ejemplo que un colegio de psicólogos debe velar por el actuar ético (Código de Ética de la Provincia de Córdoba) de cada profesional y el bienestar de los pacientes. Este aval está representado, entre otras cosas, por la matricula que entrega.
Teniendo esto presente encuentro una primera distancia entre el ideal y la realidad, pues cualquier institución acarrea la conflictiva de los hombres que la componen. No hablemos de síntomas, pues el síntoma es subjetivo y único, pero pensemos en los problemas que surgen de todo conjunto humano. Entonces, nuevamente ¿cuál es la función de un psicólogo dentro de una sociedad? Y desde aquí otra pregunta: ¿es lo mismo para un psicoanalista?
Un psicólogo debe, a mi parecer, brindar el servicio de salud mental en las áreas que son de su competencia: educacional, social, sanitaria, criminológica o clínica. Debe estar atento a las normas legales y éticas que rigen su ejercicio. Así por ejemplo no puede nunca trabajar sin matrícula, debe entregar informes a sus pacientes cada vez que lo solicitan, estar atento a las cuestiones especiales que implica trabajar con niños, no atender a familiares hasta el segundo grado, etc. Es una persona atravesada de lleno por todas estas limitaciones que hacen a su buena conducta, la buena conducta definida y defendida por el sistema normativo social. Pues bien, en este caso un Certificado de Buena Conducta resulta un requisito absolutamente exigible a la hora de entregarle una matrícula que parece decir “avalamos a esta persona como profesional pues, además de estar capacitado por una institución reconocida, comparte y defiende los mismos principios normativos que nosotros”. ¿Quiénes “nosotros”?

Con el psicoanalista ocurre otra cosa. No escapa a estas normativas pues en nuestro país cualquier psicoanalista tiene antes el título público de licenciado en psicología o de psiquiatra. Hay excepciones.
Pese a ello la autorización del psicoanalista no viene de un colegio de psicólogos, tampoco de una escuela de psicoanalistas (la que en todo caso da fe del acto), sino de si mismos. Es otro tipo de ética, una que muchas veces es amoral. Digámosle “la ética del síntoma”, o mejor “la ética del goce”.
El trabajo del psicoanalista implica la interpelación del síntoma, pero también de la conflictiva institucional, sabiendo diferenciar pues no son lo mismo. La intervención ocurre sobre la repetición y el ruido que implica, el ruido que a veces los sujetos también pueden escuchar de tanto que se satisfacen en él. Esta intervención suele ser molesta y muchas veces puede implicar una conducta que desde los comités de ética científicos se entendería como maliciosa, tendenciosa y reprochable. Es que el psicoanalista trabaja con la forma en la que el sujeto se las arregla con la ley, pero una muy diferente de la que define el sistema de justicia estatal. Es al fin esta ley, la del sujeto único, la que lo rige. Entonces las herramientas van acorde a esta otra legislación, lo que por supuesto implica una tensión constante para con la otra ley, la social. Por ello el psicoanalista puede parecer un renegado, el malo de la película, pues no tratará de devolver al sujeto a la ley de los hombres sino mas bien de hacer escuchable este grito sintomático que revela la piedra que ha decidido cargar, la ley que gobierna en este estado-sujeto. El acto analítico es su arma terrorista.

Me preguntaba esta mañana si estaba bien que me dieran un certificado de buena conducta o si debería aclararles que si supieran jamás avalarían como buena conducta lo que un psicoanalista hace… Me imagino que de todas formas nadie hubiera escuchado.


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Un breve texto

Creé este espacio por razones banales y egoístas, privadas en tanto desconocidas y también ocultas.

Iré publicando en La Letra e Interminables lo que en palabras salga de mis entrañas, también algunos textos viejos y en definitiva lo que me plazca, dejando en el lector la responsabilidad -si la acepta- de tomar o no cada texto para defenestrarlo, hacerlo memorable o simplemente omitirlo.

La banalidad de la publicación espero no me haga lidiar con el reconocimiento, más bien busca la redención en una ética del comentario que posibilite luego -o ya desde antes- un encuentro de dos, que sin mostrarse ningún respeto pueden lanzarse palabras sin el menor miedo a herirse el rostro, el propio por supuesto.

Se trata en definitiva de hacer -y deshacer- con lo poco que tengo al alcance de mi mano.

Salud

Carlos G. Picco