Me pregunto si arrojar toda la ropa por la ventana cambiaría algo, como si con la ropa se fuera algo más que la tela o mi aroma. Un año después de aquella estúpida decisión camino por la calle de mi ciudad y recuerdo nostálgico el momento en el que preferí seguir fingiendo frente al espejo, frente a su sonrisa, frente a su cara feliz y dedicada a mí, sólo a mí...
No tengo ganas, el día plomizo acompaña, de hacer sonreír a mi boca. Mis palabras están por demás cargadas de arrogancia por creer que puedo engañar a todos, como en un acto de magia satisfacer a la costumbre. Llegar es sentarme un rato, dejar que fluya, soltar la amarra que ata lo que sea que se contiene ahí y al fin recordar con esa pena a la que tanto temo, que nada de esto ha sido real, que nada de todo lo que sucedió en este ultimo año tuvo verdadero sentido, que mi mayor vergüenza, la fuente de mi angustia personal, eso que no me deja humanizar mis actos, es haber dicho que no cuando debí decir que si… No me alcanzan, las palabras, muchas o pocas, hoy no me alcanzan.